¿En qué consiste la realidad espiritual? El señor dijo: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren” (Jn. 4:24). La palabra “veracidad” también significa “realidad”. El Señor dijo: “Pero cuando venga el Espíritu de realidad, El os guiará a toda la realidad” (Jn. 16:13). Y en 1 Juan 5:6 dice: “Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la realidad”. Esto nos muestra que Dios es Espíritu; y por tanto, todo lo que se relaciona con El, tiene que llevarse a cabo en el espíritu. El Espíritu de verdad es el Espíritu de realidad. Por consiguiente, esta realidad espiritual tiene que estar en el Espíritu Santo, porque sólo lo que está en El es real. Esta realidad espiritual va más allá de las personas y cosas. Como podemos ver, el Espíritu Santo sustenta todo lo espiritual, así que lo que esté separado del Espíritu, viene a ser letras y prácticas lo cual es muerte. Para que lo espiritual sea real, vivo y orgánico, debe estar en el Espíritu Santo, el cual nos guía a toda realidad. En consecuencia, lo que recibimos por medio de los oídos, la mente, las sensaciones o de cualquier experiencia que adquiramos sin ser guiados por el Espíritu Santo, no es realidad espiritual. Debemos tener presente que cualquier obra que Dios realice es efectuada por el Espíritu Santo, quien es el ejecutor de todo lo espiritual. Sólo aquello que procede del Espíritu Santo es una realidad.
Todo lo que se encuentra en el Espíritu Santo es realidad; así que, cuando alguien lo palpa, toca la vida. La realidad y la vida van juntas. Por consiguiente, si alguien quiere conservar la vida espiritual, debe prestar atención a la realidad espiritual. Cuando uno toca la realidad espiritual que está en el Espíritu Santo, inmediatamente responde con un amén cuando otros la tocan; y a la vez, en éstos se produce una reacción interna y un amén cuando se relacionan con uno. Este es el significado de Salmos 42:7, el cual dice: “Un abismo llama a otro” (Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.) Podemos decir que la realidad hace un llamado a tocar la realidad.
El ejemplo del bautismo
El Señor dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo: El que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Jn. 3:5). Pablo escribió a los santos de Roma: “¿O ignoráis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte? Hemos sido, pues, sepultados juntamente con El en Su muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. Porque si siendo injertados en El hemos crecido juntamente con El en la semejanza de Su muerte, ciertamente también lo seremos en la semejanza de Su resurrección” (Ro. 6:3-5). Tanto el Señor Jesús como Pablo hablaron de la realidad del bautismo.
Sin embargo, muchos sólo ven el bautismo desde el punto de vista físico y únicamente ven el agua. Así que, debido a que no tocan la realidad espiritual, para ellos una persona es regenerada por el simple hecho de ser sumergida en el agua. Otros abordan este tema desde una perspectiva intelectual y creen que el agua no regenera a nadie. Afirman que el bautismo de algunos es genuino e interno y que éstos entrarán al reino de Dios, pero que el de otros es falso y externo, y por tanto, no podrán entrar al reino de Dios. Quienes así piensan tampoco han tocado la realidad espiritual.
El Señor le mencionó a Nicodemo un bautismo que era una realidad. Pablo vio que el bautismo consistía en ser sepultado con el Señor, lo cual facultaba al creyente para andar en novedad de vida. El les dijo a los creyentes colosenses: “[Fuisteis] sepultados juntamente con El [Cristo] en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados juntamente con El” (Col. 2:12). Pablo vio que ser bautizado y ser sepultado son una sola cosa, y que el bautismo y la resurrección son una misma cosa. El entendió lo que significa ser sepultados y resucitados juntamente con el Señor. No se enfocó en las aguas bautismales, ni tampoco se interesó en averiguar cuál bautismo era verdadero y cuál falso. Su interés era la realidad del bautismo y de ella hablaba.
Hermanos, necesitamos ver que el bautismo es una realidad. Si vemos esto, espontáneamente sabremos lo que es el bautismo, y no nos detendremos a analizar si es verdadero o falso, ni si es objetivo o subjetivo. Ser bautizado es ser sepultados y resucitado juntamente con el Señor. Si vemos esta realidad, se desvanecerán las falsas ideas que tengamos y exclamaremos con gozo que el bautismo es grandioso, real y vasto. Si alguien dice que fue bautizado y que desea ser sepultado y resucitado juntamente con el Señor, todavía no ha tocado la realidad espiritual. Para esta persona el bautismo es una cosa, y ser sepultado y resucitar es otra. El que conoce la realidad espiritual, distingue entre ser sepultados y la resurrección y sabe, a la vez, que el bautismo contiene la muerte y la resurrección.
Hermanos, ¿hemos visto esto? Lo espiritual no se puede ver con los ojos físicos, ni se entiende usando la mente. Todo lo espiritual tiene sus propias verdades y una vez que las tocamos, se acaban todos los problemas.
W, Nee