Conocer el alma de quien está a tu lado es algo que lleva tiempo y dedicación.
«Conversar un poco más con mi compañera de trabajo me ha generado un gran impacto. Nos veíamos todos los días, compartíamos las tareas de oficina, hasta viajábamos juntas… pero no sabía que en su interior, ella estaba sufriendo…»
Cuántas horas pasamos con algunas personas sin llegar a conocer su interior. En parte es comprensible, uno no va a abrir su corazón frente a conocidos por el solo hecho de compartir un aula todos los días, o una oficina durante algunos años. Nuestro «comportamiento social» se limita a un trato superficial… lo necesario para interactuar durante el tiempo compartido.
Aunque no siempre nos hemos comportado así. A veces nos hemos abierto contando lo que nos pasa a quien estuviera más cerca, y los frutos no han sido buenos. Murmuración, juicio, malestar. Para qué entablar conversaciones que traen consecuencias lastimosas, mejor es no establecer vínculos.
Que no sea demasiado tarde
Te invito a ser libre de los prejuicios y hacer la prueba de dar el primer paso para conocer un poquito más a quienes te rodean. Saber cómo se siente, cómo es su familia, cómo vive son cosas que te van a permitir mirar a través de su apariencia y de su comportamiento habitual, para ver aquello en lo que aún no ha sido tocado con el amor de Dios.
Hay gente que está sufriendo, y está tan acostumbrada a hacerlo que no sabe lo que es vivir con libertad y esperanza. Quizás necesite ayuda, y no sabe a quién pedirla. Tal vez seas la única persona que puede ayudarla.
No hace falta mucho, sólo estar dispuesto a extender la mano, escuchar y presentarle el amor de Dios en forma sencilla. El Señor hará el resto.