Skip to main content

Generalmente cuando una cosa se rompe, su valor disminuye o desaparece del todo. Los platos rotos, botellas rotas, espejos rotos, son generalmente desechados. Aún un golpe en un mueble o una mancha en la ropa reducen significativamente su valor de reventa. Pero no es así en el reino espiritual. Dios aprecia las cosas rotas, y en especial a las personas quebrantadas. Es por eso que podemos leer versículos tales como:

Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón, 
y salva a los contritos de espíritu. 
Salmos 34:18.
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; 
al corazón contrito y humillado no despreciarás Tú, oh Dios. 
Salmos 51:17.

Dios sabe cómo rechazar el orgullo y la soberbia, pero no puede rechazar a la persona humilde y arrepentida.

Dios resiste al orgulloso pero da gracia al humilde.
Santiago 4:3.

Hay algo en nuestro quebrantamiento que mueve Su compasión y poder. Por lo tanto, parte de su maravilloso propósito para nuestras vidas es que seamos quebrantados. Quebrantados de corazón, de espíritu y de todo nuestro ser. 2ª Corintios 4:16-18.


LA CONVERSIÓN COMO UNA FORMA DE QUEBRANTAMIENTO

Somos incorporados al proceso de quebrantamiento antes de nuestra conversión cuando el Espíritu Santo comienza su trabajo de convencernos de pecado. El debe conducirnos al punto donde tengamos voluntad de confesar que estamos perdidos, indignos merecedores únicamente del infierno. Nosotros  peleamos cada paso del camino, pero Él continúa luchando, hasta que nuestro orgullo se hace añicos, nuestra lengua jactanciosa es silenciada y toda resistencia desaparece.
Postrados al pie de la cruz finalmente susurramos «Señor Jesús, sálvame». La arpía ha sido sometida, el pecado dominado, el potro ha sido domado. Por naturaleza ésta es una criatura sin ley. Ante la menor sugerencia de freno, o de una silla, se levantará, saltará, brincará y pateará. Puede ser un hermoso y bien proporcionado animal, pero entre tanto no sea domado, será inútil en todo lo referente a servicio. Entonces viene el doloroso y prolongado proceso de doblegar la voluntad del potro, para que se someta a los arneses. Una vez conquistada la voluntad del animal, por una voluntad superior, él encontrará la verdadera razón de su existencia. En relación con esto, nos es bueno recordar que el Señor Jesús fue un carpintero en Nazaret, y como tal debe haber hecho yugos de madera. Alguien a sugerido hermosamente, que si hubiese habido un cartel sobre la puerta de su taller, aquel hubiese dicho, Mis Yugos Ajustan Bien. Nuestro divino Señor aún es constructor de yugos y Él nos dice,

Llevad Mi yugo sobre vosotros, y aprended de Mí, 
que soy manso y humilde de corazón; 
y hallareis descanso para vuestras almas, 
porque Mi yugo fácil y ligera Mi carga.  
Mateo 11:29-30.

Sin embargo, los yugos son solamente para aquellos que están quebrantados y sumisos. Nuestras voluntades deberán estar sometidas y rendidas antes de que podamos aprender de Cristo, quien era manso y humilde de corazón. Debemos transformarnos a semejanza de Él, y solamente al hacerlo hallaremos descanso para nuestras almas.

Tomado de ¡Quebrántame Señor! William MacDonald

8 Comments

Deja un comentario

error: Contenido protegido !!