La reina tenía todo: Belleza, oro, plata, marfil, piedras preciosas y agentes atendiendo cada necesidad suya en el palacio. ¿Qué más pudiera pedir una mujer?
La reina de Sabá se enteró de la fama de Salomón, con la cual él honraba al Señor, así que fue a verlo para ponerlo a prueba con preguntas difíciles. (1Re 10:1) A pesar de que su pueblo había muchos dioses para adorar, se interesó por el Señor Dios de Israel.
Su corazón se conmovió tanto por su Nombre que decidió tomar un viaje de 1.400 millas a través de las arenas del desierto de Arabia para visitar al hombre que conocía a este Dios personalmente.
El recorrido le llevaría aproximadamente seis meses, considerando que los camellos podían viajar alrededor de 20 millas por día. Formó una gran caravana de súbditos, las cargas de especias, oro y madera inusual para dar como regalos. Aunque era muy rica, su corazón y su alma anhelaban riquezas que no tenía, y ella sintió descubrirlas a través de Salomón.
Finalmente, la gran caravana llegó. Sus expectativas fueron ampliamente satisfechas. Las pruebas que tuvo de la sabiduría de Salomón fueron no sólo su conversación, sino sus obras: el esplendor de su palacio, la esplendidez de su cocina y de su mesa, el orden de su corte, las categorías y los trajes primorosos de sus siervos, y sobre todo, el viaducto arqueado que llevaba de su palacio al templo, del cual han sido descubiertos recientemente algunos restos, la abrumaron con asombro. Fue el palacio más grande que jamás había visto. Pero su propósito era encontrar un tesoro secreto: la entrada a la sabiduría del único Dios del Universo, que en este caso sería equivalente a un año de viaje, entre ida y vuelta.
Habló con Salomón por horas, haciéndole preguntas profundas acerca de Dios. Los orientales se deleitan en esta clase de ejercicios mentales, y prueban la sabiduría por el poder y la prontitud en resolverlos.
Estaba agotada, pero satisfecha por sus respuestas, además de recibir de él preciosísimos regalos. Ella encontró lo que había deseado y dijo: «Bendito sea el Nombre del Señor».
Jesús menciona la reina de Sabá en Mateo 12:42. Se honra a su deseo de Su sabiduría. La reina de Sabá se esmeró y se tomó la molestia de buscar y encontrar la sabiduría, pero la sabiduría a su disposición en ese momento era la sabiduría de un hombre menor. La sabiduría a la que nosotros tenemos acceso a través de Jesús, brilla mucho más que la de Salomón. Si la reina de Sabá viajó seis meses para encontrar la verdad, ¿cuánto más debemos buscar la sabiduría, abriendo nuestros corazones a Aquel que libremente da la sabiduría, la verdad y los secretos de Su corazón?
Cuando la gente viene a encontrarse con nosotros, no son nuestros bienes materiales ni nuestro carisma personal lo que los impresionará, o lo que les llevará a acercarse a Dios. Es la perla de discernimiento espiritual que se señalará a través del Espíritu Santo que habita en nosotros. Ellos estarán satisfechos cuando se hayan ido, y la riqueza de la visita vivirá para siempre y dará fruto en sus vidas cuando les comunicas las riquezas que Dios ha puesto en tu corazón.
Pidamos a Dios sabiduría de lo alto, Él la dará abundantemente y sin reproche. Dediquemos tiempo a llegar a conocerle, y no sólo seremos espiritualmente ricos, sino que los que entran en nuestra casa, es decir, en nuestra vida, se encontrará con aquellos tesoros que la gente ha estado buscando por el mundo entero. Haz que valga la pena el largo viaje que han transitado hasta ti.
Prov31Min