Quienes hemos nacido de nuevo en Cristo hemos recibido una ventaja que no tenían los profetas del Antiguo Testamento. Aunque Elías tuvo que aprender el principio de escuchar el silbo apacible de Dios sin depender de voces externas más obvias, no tenía la voz del Espíritu Santo en su interior. Elías escuchó la voz de Dios a su alrededor, pero no en su interior.
Nosotros tenemos al Espíritu Santo en nuestro interior y podemos escucharlo desde dentro. Es por ello que en el Nuevo Testamento normalmente no vemos que Dios hable a través de cosas como zarzas; sino que lo vemos hablar a través del Espíritu Santo que moraba dentro de los creyentes, como en Hechos 16:6–7, cuando el Espíritu le prohibió al equipo de Pablo predicar en Asia. Es cierto que la gente continuaba teniendo experiencias externas, como visiones (vea Hechos 16:9); pero los creyentes escuchaban a Dios y seguían su voluntad principalmente a través de la llenura del Espíritu Santo en su interior.
De manera que para muchos la pregunta es: ¿Cómo escuchar al Espíritu Santo en mi interior? A continuación veremos algunas sugerencias que le ayudarán a escuchar con exactitud a Dios desde el interior de su espíritu.
Esto es muy simple: no podemos esperar conocer la voz de alguien con quien no pasamos tiempo. Será mucho más difícil escuchar la voz del Señor cuando no hacemos las cosas espirituales básicas como orar, leer la Biblia y asistir a la iglesia. Aquello de lo que nos alimentamos y con lo que pasamos tiempo, dominará nuestra vida. Incluso lo que es bueno y necesario en la vida como trabajar, hacer los deberes, el tiempo de esparcimiento y el tiempo familiar pueden ser una distracción y todo eso no nos enseñará a escuchar al Espíritu Santo.
La razón por la que reconozco las voces de mis hijos y de mi esposo cuando me llaman por teléfono es porque paso tiempo con ellos todos los días. No reconocemos la voz de una persona con quien no pasamos mucho tiempo. Necesitamos pasar tiempo con Dios para poder reconocer su voz.
Además de la oración y el estudio bíblico, ore a menudo en lenguas. La razón por la que también se le llama orar con el espíritu (vea 1 Corintios 14:15), es porque nos conecta con el reino espiritual donde se encuentra el Espíritu Santo.
Mi esposo y yo hacemos un ejercicio para ayudar a que la gente vea que orar en lenguas viene de su espíritu y no de su cabeza. Les pedimos que oren en lenguas en su interior, en silencio, sin abrir la boca, moviendo su lengua o produciendo sonidos. Aunque estén orando en lenguas en silencio, les pedimos que opriman tan fuerte como puedan sin emitir sonido. Después de detenerse, les pedimos que indiquen en dónde sienten la presión. En nuestra experiencia, la gente señala su estómago o su espíritu, nunca señala su cabeza.
Hemos visto lo contrario cuando la gente hace el mismo ejercicio en su idioma, como en español. Hacemos que vitoreen a su equipo favorito, algo como: “¡Vamos equipo!”, tan fuerte como puedan. Cuando lo hacen, no sienten la presión en su espíritu sino en su cabeza.
La presión que sentimos en nuestro espíritu es la manera en que aprendemos a escuchar a Dios. Pase tiempo orando en su espíritu con frecuencia y mientras ora en voz alta o en silencio, sintonice mentalmente los sonidos y sílabas de su lenguaje espiritual. Aunque no necesita acallar sus pensamientos mientras ora en lenguas para que la oración sea efectiva, es útil disciplinar su pensamiento cuando aprendemos a escuchar a Dios. Esto le enseñará a escuchar al Espíritu Santo.
Evidentemente, Dios no siempre le hablará algo en ese momento, pero debe estar abierto a ello. Algunas veces la simple práctica de concentrarse en la presión de su espíritu le ayudará a reconocerla cuando llegue, incluso aunque no esté orando. Entonces comenzará a reconocer cuando sea el Espíritu Santo. Algunas veces, después de orar en lenguas durante un tiempo, comience a orar en su idioma y verá lo que “sale” en sus oraciones. ¡Es muy posible que encuentre una revelación proveniente de su espíritu! Recuerde, ¡la pericia surge de la práctica!
– Tomado del libro La ruta divina por Brenda Kunneman