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Microscopio cristiano

Por Reflexión4 minutos de lectura

AR6338 001El Cuerpo de Cristo podría definirse como «unas manos que hagan Su trabajo, unos pies que vayan a Sus recados, una voz que hable por Él.»
Él no tiene más manos que las nuestras para hacer hoy Su obra.
Él no tiene más pies que nos nuestros para
mostrar Su camino.
Él no tiene más voz que la nuestra para contar cómo murió. Nos necesita para que le ayudemos llevando
a otros hasta Él.
Aquí radica la suprema gloria del cristiano: ser parte del Cuerpo de Cristo en el mundo.

En 1 Corintios 12, el apóstol Pablo traza una alegoría de la unidad que debe existir dentro de la Iglesia si ha de cumplir su misión. Un cuerpo es
sano y eficiente sólo cuando cada una de sus partes funciona como es debido. Las partes del cuerpo no tienen celos unas de
otras, ni codician las funciones de las otras. Deberíamos darnos cuenta de que nos necesitamos unos a otros. No puede haber tal cosa como aislamiento en la Iglesia.
Demasiado a menudo, los miembros de una iglesia están tan inmersos en la porción de la obra de la que se ocupan y tan
convencidos de que es de suprema importancia, que olvidan y hasta critican a otros que hacen otra labor. Si la Iglesia va a ser un
Cuerpo sano, se necesita lo que pueda hacer cada cual.

Me gusta la reflexión acerca del cuerpo humano, y su semejanza al cuerpo de Cristo, realizada por el médico cristiano, el Dr. Paul Brand:
 
A veces pienso en el cuerpo humano en términos de una comunidad, y entonces, en sus células individuales tales como el glóbulo blanco. El leucocito (glóbulo blanco) lleva a cabo una función única y vital.

La célula es la unidad fundamental de un organismo; puede subsistir por sí sola, o puede ayudar a formar y sostener a una organismo más grande.
Recuerdo la metáfora que el apóstol Pablo emplea en 1 Corintios 12, en la que compara a la iglesia de Cristo con el cuerpo humano. Debido a que la metáfora de Pablo expresa un principio fundamental de la creación de Dios, puedo ampliarla de la siguiente manera:


El cuerpo es una unidad, aunque se compone de muchas células; y aunque todas sus células son numerosas, forman un cuerpo… Si el glóbulo blanco dijese: «porque no soy una célúla del cerebro, no pertenezco al cuerpo», ello no es la razón suficiente para dejar de ser parte del cuerpo. Y si la célula muscular le dijese a la célula del nervio óptico: «Porque no soy un nervio óptico, no pertenezco al cuerpo», no por esa razón deja de formar parte del cuerpo. Si todo el cuerpo fuera una célula del nervio óptico, ¿dónde estaría el sentido de la vista? Pero en realidad, Dios ha dispuesto las células en el cuerpo, cada una de ellas, precisamente como él quiso que fuesen, si todas las células fuesen iguales, ¿dónde estaría el cuerpo? Tal como es, hay muchas células, pero un solo cuerpo.


Esta metáfora expresa un significado más claro para mí, porque aunque una mano o un pie o una oreja no puede llevar una vida separada del cuerpo, una célula sí posee esa capacidad. Puede formar parte del cuerpo como un leal servidor o puede aferrarse a su vida propia. Algunas células sí eligen vivir en el cuerpo, participando de las ventajas que él ofrece, a la vez que conservan una total independencia; éstas se convierten en parásitos o en células cancerosas.

Que podamos conocer qué clase de «célula» somos, y formar parte del Cuerpo como leal servidor.

Bibliogr. Comentario Bíblico, Barclay
La obra maestra de Dios, Dr. Paul Brand.


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