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Brillando en la sencillez: el llamado de la mujer cristiana

Mujer brilla con sencillez

Mujer brilla con sencillez

Ante los brillos de las celebridades, la mujer cristiana brilla con sencillez

La influencia de las celebridades en la sociedad moderna

En una era marcada por la obsesión con las celebridades, donde la atención se centra en las figuras del cine, la música, el deporte y la moda, es fácil caer en la trampa de valorar a las personas por su fama y reconocimiento público. Esta tendencia puede llevarnos a valorar erróneamente a las personas, un fenómeno que también impacta a la comunidad cristiana. Así es, no es ajena ni siquiera a la iglesia de Cristo, donde a menudo se eleva a predicadores famosos, líderes de mega iglesias o cantantes reconocidos como si fueran íconos de la fe.

La tentación de la comparación en la comunidad cristiana

Es tentador pensar que aquellos que están en el centro de atención son más importantes ante los ojos de Dios que la madre cristiana que ora fervientemente por sus hijos en la intimidad de su hogar, o el pastor de una pequeña congregación rural que trabaja incansablemente para guiar a su rebaño en el camino de la fe, sin esperar reconocimiento ni aplausos terrenales.

El valor en la debilidad según la perspectiva divina

Sin embargo, es esencial recordar que Dios no juzga a Sus hijos por su fama o sus habilidades. El Señor mira tu valor interior y te dice: brilla en tu sencillez. Como nos recuerda el apóstol Pablo en 1 Corintios 1:26-31, Dios ha escogido lo que el mundo considera débil y despreciable para avergonzar a los sabios y poderosos. No somos valorados por nuestras habilidades naturales, sino por la gracia y el llamado que Dios nos ha dado.

Recuerden, amados hermanos, que pocos de ustedes eran sabios a los ojos del mundo o poderosos o ricos cuando Dios los llamó. En cambio, Dios eligió lo que el mundo considera ridículo para avergonzar a los que se creen sabios. Y escogió cosas que no tienen poder para avergonzar a los poderosos. Dios escogió lo despreciado por el mundo—lo que se considera como nada—y lo usó para convertir en nada lo que el mundo considera importante. Como resultado, nadie puede jamás jactarse en presencia de Dios.

Dios los ha unido a ustedes con Cristo Jesús. Dios hizo que él fuera la sabiduría misma para nuestro beneficio. Cristo nos hizo justos ante Dios; nos hizo puros y santos y nos liberó del pecado. Por lo tanto, como dicen las Escrituras: «Si alguien quiere jactarse, que se jacte solamente del Señor» 1 Corintios 1:26-31 NTV

Ministrando con humildad y gratitud

Somos personas ordinarias a quienes Dios ha encomendado una labor extraordinaria. No importa cuán pequeño o grande sea nuestro círculo de influencia, cada uno de nosotros tiene un papel vital en el plan de Dios. Como dice 2 Corintios 4:7, llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros mismos. Nuestra debilidad y limitación resaltan la grandeza de Su gracia.

Es crucial entender que todo lo que somos y todo lo que hacemos es por la gracia de Dios. Como Pablo declaró en 1 Corintios 15:10, «Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo«. No podemos atribuirnos mérito alguno, pues todo proviene de Él.

Viviendo para la audiencia de Uno

Por lo tanto, nuestra tarea es ministrar de tal manera que Dios reciba toda la gloria. No se trata de buscar reconocimiento o aplausos humanos, sino de vivir para exaltar el nombre de nuestro Señor. Como está escrito en Romanos 11:36, «Porque de Él, y por Él, y para Él, son todas las cosas. A Él sea la gloria por los siglos. Amén«.

brilla con sencillez

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Dios valora tu servicio

Hermanas en Cristo, recordemos que no importa cuán pequeño pueda parecer nuestro servicio, Dios lo valora y lo utiliza para Su gloria. El te dice: Mujer, brilla con sencillez.

Cada oración, cada acto de amor, cada palabra de aliento, son instrumentos en Sus manos para traer luz y esperanza a un mundo necesitado. No nos dejemos deslumbrar por la fama o la grandeza terrenal, sino busquemos vivir cada día para la audiencia de Uno solo: nuestro Señor y Salvador Jesucristo. En Él encontramos nuestra verdadera identidad y propósito, y en Él hallamos la fuerza y el valor para seguir adelante, confiando en que Él es quien obra en nosotros tanto el querer como el hacer, para Su buena voluntad (Filipenses 2:13). Que nuestras vidas reflejen siempre Su gloria y amor.

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