«El hombre entonces se inclinó, y adoró a Jehová, y dijo: Bendito sea Jehová, Dios de mi amo Abraham, que no apartó de mi amo su misericordia y su verdad, guiándome Jehová en el camino a casa de los hermanos de mi amo» (Gn. 24:26-27).
¿Qué significa adorar a Dios? Significa darle toda la gloria a El. Si todo sale bien después de que oramos y decimos que tuvimos suerte, que las circunstancias cambiaron a nuestro favor en el momento justo, o que nosotros mismos hicimos un buen trabajo, no damos gloria a Dios. Una persona que conoce a Dios, reconoce que no puede hacer otra cosa que inclinarse y adorar a Dios cuando ve que El actúa. El siervo de Abraham ni siquiera se detuvo para hablar con Rebeca. Lo primero que hizo fue adorar a Dios. No le dio vergüenza inclinarse instantáneamente; inclinó su cabeza y dijo: “Dios, te adoro”.
¿Qué es la adoración? Adorar a Dios es dar gloria a El cuando hace lo que desea en nosotros. Dar gloria a Dios equivale a adorarle. Debemos ver la relación que existe entre dar gloria y adorar. Darle la gloria a Dios significa adorarlo. La gloria que le damos a Dios no es otra cosa que adoración. Al inclinarnos delante de El le ofrecemos adoración. Adorar a Dios es inclinarnos ante El y decirle: “Me someto a Ti”. Las personas orgullosas no pueden adorar a Dios, porque cuando su camino es próspero, lo atribuyen a su propia habilidad o a la suerte. Dicen: “Qué inteligente fui al decir esto o aquello”. Piensan: “Tuve la suerte de encontrarme con tal persona”. Personas así jamás dan la gloria a Dios, pues no adoran a Dios. Un verdadero adorador de Dios le ofrece alabanzas y acciones de gracias por todo lo que ha hecho por él y todo lo que le sobreviene a lo largo del camino. Permítanme decir que muchas veces no podremos evitar arrodillarnos y darle gloria a Dios. Sólo diremos: “Dios, te adoro”.
Cuando el siervo de Abraham fue a la casa de Rebeca, explicó su misión a Labán, a Betuel y al resto de la familia de Rebeca, y les dijo que quería llevarse a Rebeca consigo en su viaje de regreso (Gn. 24:34-49). Después de que Labán y Betuel escucharon el relato, reconocieron la mano de Jehová y dejaron ir a Rebeca (vs. 50-51). Tal vez digamos que Eliezer tuvo mucha suerte o que él era muy astuto, y que por eso todo le salió bien. Si decimos tal cosa, demostramos que no conocemos a Dios ni lo hemos visto. Pero aquí vemos a una persona que conocía a Dios y había visto Sus hechos. El tenía una característica especial. Aun cuando su camino fue extraordinariamente próspero, no se alegró con aquellos que estaban con él ni les dio las gracias; simplemente se postró en tierra ante Jehová (v. 52). Esta es verdadera adoración.
El viaje del siervo de Abraham fue muy próspero, pero tenía una característica especial: la reacción que tenía frente a todo lo que se le presentaba era adorar inmediatamente a Jehová. Adorar no es un juego. Si realmente deseamos adorar a Dios, encontraremos vez tras vez que El nos da muchas oportunidades para hacerlo.
«Todas las naciones que hiciste vendrán y adorarán delante de ti, Señor,
Y glorificarán tu nombre.» Sal 86:9
P.O., W. Nee –
Foto: Guitarra de Guitar Hero
Hola Amiga bendita, gracias por tu visita, El tema que tratas sobre la Adoración en conmovedor pero tambien determinante en lo que somos,por que es la via expedita que el padre y el E.S. tienen para tratar con nostros y llevarnos a lo ilimitado con EL. Adorar es sinónimo de renuncia a lo que somos y tomar lo que El es. bendiciones en todo. Kadosh. G.A.
Excelente post amiga…Bendiciones!
Adorar a DIOS debe ser lo primordial en nuestras vidas…
Debe ser nuestra primera necesidad…Es como respirar..
Bendiciones en Cristo!