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Una cualidad de los cristianos es la “inconformidad”. Los cristianos somos inconformistas. Al menos eso es lo que la Biblia aconseja: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” Romanos 12:2

Reconozco que este consejo de no conformarse es difícil de seguir en los días que corren. No tomar la forma, es decir, no amoldarse a los estándares sociales y culturales vigentes, se hace cada más complejo si es que vivimos siendo parte del engranaje de nuestra sociedad. Muchísima gente, y en particular los cristianos, son termómetros que registran la temperatura de la opinión de la mayoría, en lugar de ser termostatos que transforman y regulan la temperatura de la sociedad. Mucha gente teme sobremanera adoptar una postura que discrepe clara y manifiestamente de la opinión que predomina. La tendencia de muchos de ellos es adoptar un punto de vista tan amplio que lo incluya todo, y tan popular que abarque a todo el mundo.

Además, algunas de nuestras disciplinas intelectuales nos persuaden de la necesidad de conformarnos. Algunos sociólogos filósofos insinúan que la moralidad es el consentimiento del grupo y que las formas correctas son las que adopta la gente. El éxito, el reconocimiento y el conformismo son las palabras claves del mundo moderno, donde cada uno parece implorar la seguridad anestésica de identificarse con la mayoría.

Pero nosotros, como cristianos, tenemos la obligación de ser inconformistas. Estamos llamados a ser individuos de convicciones, no de conformismos; de nobleza moral, no de respetabilidad social. Tenemos obligación de vivir diferentemente y según una fidelidad más alta.

Ciudadanos de dos mundos 

Todo cristiano de verdad es ciudadano de dos mundos, el temporal y el de la eternidad. Paradójicamente, estamos en el mundo y, a pesar de todo, no estamos en el mundo. Pablo escribía a los cristianos filipenses: “Porque nuestra ciudadanía está en los cielos” Fil 3:20. Entendían lo que quería decir, porque su ciudad de Filipo era una colonia romana. Cuando Roma quería romanizar una provincia, establecía una pequeña colonia de gente que vivía según la ley y las costumbres romanas y que guardaban fidelidad a Roma. Esta minoría pujante y creadora expandía el evangelio de la cultura romana.

Aunque la analogía no sea perfecta -los colonos romanos vivían en un marco de injusticia y explotación, de colonialismo-, el Apóstol apunta a la responsabilidad de los cristianos de infundir a un mundo no cristiano los ideales de un orden más alto y noble. Viviendo en una colonia temporal somos, en último término, responsables del imperio de la eternidad.

Como cristianos, no debemos rendir nuestra suprema lealtad a ninguna costumbre supeditada al tiempo o a ninguna idea vinculada a la tierra, porque en el corazón de nuestro universo existe una realidad más alta -Dios y su reino de amor-, a la cual debemos acomodarnos.

Este mandamiento para que no nos conformemos proviene no solamente de Pablo, sino de nuestro Maestro y Señor Jesucristo, el inconformista más entusiasta del mundo, cuya no conformidad ética desafía aún a las conciencias del género humano. 

  • Cuando una sociedad opulenta quiere hacernos creer que la felicidad consiste en la calidad de nuestros automóviles, en el lujo de nuestras viviendas o el precio de nuestros trajes, Jesús nos recuerda que “La vida no está en la hacienda” Lc 12:15.
  • Cuando estemos a punto de caer en la ostentación de un mundo repleto de promiscuidad sexual y alienado por una filosofía de autoafirmación, Jesús nos dirá que: “Todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón” Mt 5:28. 
  • Cuando nos resistimos a sufrir por aquello que es justo y nos decidimos a seguir la senda de la comodidad y no la de la convicción, sentimos que Jesús nos dice: “Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque suyo es el reino de los cielos” Mt 5:10.
  • Cuando en nuestro orgullo espiritual nos vanagloriamos de haber alcanzado la cima de la excelencia moral, Jesús advierte: “Los publicanos y las rameras os preceden en el Reino de Dios” Mt 21: 31.
  • Cuando nosotros, por culpa del egoísmo frío y del individualismo arrogante, dejamos de corresponder a las necesidades de los desposeídos, el Maestro dice: “Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis” Mt 25:40.
  • Cuando dejamos que la estela de la venganza nos invada el corazón de odio para con los enemigos, Jesús enseña: “Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen” Mt 5: 44. Haced el bien a los que os odian y orad por los que abusan de vosotros despiadadamente y os persiguen. 
En todo lugar y en cualquier tiempo,
la ética del amor de Jesús es una luz radiante
que descubre la fealdad del estancado conformismo.
Bibliografía: La Biblia. – M.L.King, La fuerza de amar


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