Skip to main content



Enterarme que tenía que ser operada no era una noticia fácil de recibir, y al oírla, resistirme era el primer pensamiento que venía a mi mente. Entré al quirófano siete veces a lo largo de mi vida. Distintas situaciones de salud requirieron intervenciones en cirugía. «Tal vez haya otra solución, tal vez Dios me sane…». 

como no tener miedo a la cirugía




Resistirme a ser operada implicaba todo un proceso: inter-consultas con otros especialistas, averiguar si había otro tratamiento para hacer, tal vez un nuevo medicamento que no conocía, pedidos de oración para que Dios obre el milagro. Finalmente, la cirugía era inevitable.


Recuerdo que el camillero me preguntara (¡cada vez!)»¿es la primera vez que vas a ser operada?». Una de dos: o todos preguntan lo mismo, o mi cara de pánico me delataba. Siempre tuve temor, aunque la primera vez fue demasiado: lloré a gritos en la sala previa hasta que vino una enfermera a consolarme.


La última vez que me operaron, el posible diagnóstico de cáncer opacaba la situación. Operarme para corroborar que estaba enferma no era un panorama alentador. ¿Y si moría durante la operación? ¿Y si confirmaban lo peor? Para mi sorpresa no sentía miedo, sino que un gran sentimiento de dependencia de Dios se hizo fuerte en mi. Pude sentir que estaba en su mano amorosa, y que se haría su voluntad.


Cuando entré a la sala de operaciones, mi último pensamiento antes de dormirme por la anestesia fue hacia el Señor Jesús, conversé con El, le dije que estaba en sus manos, que El hiciera su voluntad. Estaba tranquila, entregada a descansar en el Señor, como cuando te acuestas en una reposera a tomar una siesta.


Cuando desperté, mi primer pensamiento fue: «¡estoy aquí! Gracias Señor!» y vi uno a uno a mis tres hijos, que esperaron hasta que despierte para saludarme. ¡Qué felicidad! Dios me daba otra oportunidad. Un rato después, mi esposo me dijo que el doctor confirmó que era un tumor malo el que tenía, pero que era pequeño, y lo había retirado por completo.


El tratamiento posterior fue con iodo radioactivo, ya que el tumor estaba en la tiroides y así es como se trata. Dos años después, el último chequeo informó que no quedaron rastros. Sigo haciendo controles periódicos, y siguen dando normales. 


Un gran consejo que me dio mi doctora fue que no buscara en internet nada sobre mi enfermedad, ni la operación. Y eso mismo hice. Creerle a mi médica y al cirujano en sus explicaciones y consejos ha sido sumamente saludable. Cuando tienes temor, escuchar demasiadas voces no ayuda. En internet hay mucha información, pero no toda es calificada. 
Este consejo se suma a la primera premisa en cuanto a lo que hay que pensar acerca de todo esto y es creerle a Dios cuando dice que te ama y que tiene planes de bien para ti.


Qué maravilloso es contar con un Dios que me ama. El dijo «no te dejaré ni te desampararé». El está conmigo siempre, y jamás me ha dejado sola. Mi familia estuvo conmigo, acompañando, sosteniendo, orando, y la iglesia del Señor, tan valiosa, intercediendo, acompañando, ayudando a mi familia.


Pasar por una cirugía no tiene por qué ser un drama en tu vida. Si amas a Dios, todas las cosas te ayudan a bien, incluyendo ser intervenida quirúrgicamente. Permite que Dios sea quien gobierne tu vida, y El reinará también en esa operación, dándote la victoria. 


Pat MV




Deja un comentario

error: Contenido protegido !!