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Cristo murió, resucitó y hoy es Señor

Por Estudio Biblico7 minutos de lectura

Jesús resucitó

Cristo murióresucitó y hoy es Señor

Cristo murió, resucitó y hoy es Señor

Jesús predijo su propia resurrección

Si Jesús predijo su propia resurrección, ¿no serían estas predicciones suficientes para explicar el origen de la fe en la resurrección? Si Jesús había tratado de preparar a sus discípulos para su muerte violenta, ¿no habremos de imaginárnoslos recordando también que había predicho su resurrección? ¿No crearían estas predicciones en ellos la esperanza de la resurrección, de modo que las apariciones del resucitado serían el resultado de una fe previa en la resurrección?

Muy al contrario; los evangelios nos presentan a los discípulos como no estando preparados para la muerte de Jesús, y como abrumados por ella. Marcos (14:50), seguido por Mateo (26:56), nos relata que cuando Jesús fue prendido por los soldados, todos los discípulos le abandonaron y huyeron. Pedro, presa del temor, niega haber sido discípulo de Jesús (Mr. 14:66-72).

La mujeres en los últimos momentos de Jesús

En los Evangelios Sinópticos, los únicos amigos de Jesús presentes junto a él en sus últimos momentos fueron unas cuantas mujeres (Mr. 15:40-41);

Los discípulos no estaban preparados para la muerte de Jesús

Los discípulos abandonan por completo la escena, según comprobamos repasando los nombres. Sólo Lucas testifica (23: 49) que los amigos de Jesús estaban lejos, observando la crucifixión. Lucas se refiere probablemente a los discípulos. Juan es el único (19: 26) que menciona que «el discípulo a quien él amaba» estaba cerca de la cruz con su madre.

El domingo de Pascua, nos informa Juan, los discípulos estaban reunidos a puerta cerrada «por miedo de los judíos» (Jn. 20:19). Lucas cuenta el desaliento que sentían los discípulos en el camino de Emaús: «Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel» (Lc. 24:21). Esta esperanza ya pertenecía al pasado: nosotros habíamos esperado (este es el sentido en el texto griego). Jesús había muerto; y con él murieron sus esperanzas.

Los evangelios nos presentan a los discípulos como sin la menor preparación para la muerte de Jesús. Para ellos fue un acontecimiento inesperado, y les dejó en estado de conmoción emocional.

¿Quizá este hecho contradice el testimonio de los evangelios de que Jesús en varias ocasiones había aludido a su muerte, y por lo menos en tres ocasiones había predicho específicamente su rechazamiento, muerte y subsiguiente resurrección? Esta aparente contradicción en los datos evangélicos puede resolverse si nos colocamos en la situación histórica real de los discípulos. el sufrimiento y la muerte parecían ser una absoluta contradicción de las esperanzas mesiánicas del Antiguo Testamento. El Mesías tenía que ser, o bien un rey
davídico divinamente dotado, o un celestial Hijo del Hombre; tanto en uno como en otro caso, su destino era reinar en el Reino de Dios.

Los discípulos no habían entendido a Jesús y no esperaban su resurrección

Estaban absolutamente descorazonados y confusos a causa de su muerte, y no esperaban su resurrección. Tenía que ocurrir algo para crear en ellos esa fe: la de que Jesús vivía. Los evangelios concuerdan en ciertos puntos de gran importancia que podemos aceptar como históricamente creíbles.

Consideremos estos hechos históricos:

1. Jesús fue muerto y sepultado.
2. Los discípulos fueron tomados desprevenidos ante su muerte; la confusión les abrumó.
3. La tumba fue hallada vacía la mañana del día de la Pascua.
4. La tumba vacía no era en sí misma una prueba de la resurrección. María creyó que el cuerpo había sido robado.
5. Los discípulos vivieron ciertas experiencias que ellos consideraron ser apariciones de Jesús resucitado de entre los muertos. En último análisis, no importa realmente dónde o a quién ocurrieron estas apariciones.
6. Es preciso incluir otro hecho histórico de importancia. El judaísmo contemporáneo no tenía ningún concepto de un Mesías que muere y resucita.
7. Otro hecho histórico: Los discípulos proclamaron la resurrección de Jesús en Jerusalén, cerca del lugar donde había sido sepultado.

Pero hay otro hecho definitorio. Cuando María informó a Pedro y a Juan de que la tumba estaba vacía, los dos hombres corrieron en dirección a la tumba. En la tumba donde había yacido el cuerpo de Jesús, vieron «los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte» (Jn: 20:7). Como ya se ha observado, el cuerpo de Jesús había sido envuelto en tiras de tela a modo de extenso vendaje, con especias depositadas entre las diferentes capas. El «sudario» era una pieza de tela aparte que se envolvía en torno a la cabeza y bajo la barbilla para impedir que las mandíbulas se abriesen. Cuando Pedro vio esto, «creyó» (Jn. 20: 8) que Jesús ciertamente había resucitado de los muertos.

Creyendo en la resurrección

No fue la tumba vacía lo que le convenció, sino la posición en que se encontraban el sudario y los lienzos. Esto nos lleva por primera vez a la cuestión de la naturaleza de la resurrección, tal como los Evangelios la representan. No fue la revivificación de un cadáver que vuelve a la vida física. Algo le había ocurrido al cuerpo de Jesús, dándole nuevos y maravillosos poderes. El cuerpo emergió de las ropas de la tumba dejándolas intactas. Era obvio que Jesús no había simplemente revivido, ni el cuerpo había sido robado. Sencillamente, había desaparecido.

Nadie presenció la resurrección

Hay un hecho aquí que posee enorme importancia: según el testimonio de nuestros evangelios, nadie presenció la resurrección. Los textos no dan a entender, en modo alguno, que la piedra fuese removida de la tumba para que Jesús saliera; al contrario, la inferencia que se puede sacar es que la piedra fue retirada para que los discípulos pudieran entrar. Lo primero que los ángeles dijeron fue «Ha resucitado, no está aquí» (Mr. 16: 6). La experiencia que probó a los discípulos la resurrección no fue la tumba vacía, ni siquiera la palabra de los ángeles; fue su confrontación con el Jesús resucitado. No le vieron en el acto de resucitar de los muertos, sino después que hubo resucitado. Los textos del evangelio no nos ofrecen otra explicación de la experiencia de los discípulos sino las simples palabras: «Ha resucitado».

La buena nueva es: CRISTO MURIÓ, RESUCITÓ Y HOY ES SEÑOR

Adaptado de Creo en la resurrección de Jesús, por George Ladd.

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