Qué bello es estar en la dulce presencia del Señor, adorándole en la congregación en medio de los cánticos afinados de los hijos e hijas de Dios, que tan animadamente entonan las alabanzas a nuestro Dios. Esa hermosa seguridad de casi haber tocado a Dios te acompaña hasta tu casa, y seguramente, perdura hasta la próxima reunión, en que vuelves a experimentar todo ese amor que Dios tiene para ti. Oh, ¡qué bello eres mi Dios!
Pero llega un día en que ya no sientes lo mismo. La frustración es grande, y la oración que antes era prácticamente un nuevo salmo, ahora se reduce a “¡Dios mío, ayúdame!”. Tus palabras rebotan en el techo, o salen disparadas como un laser sin rumbo, y te preguntas: Dios mío, “¿dónde estás?”
Ya lo dijo aquel hombre que era tan justo, tan íntegro, tan sujeto a Dios y fiel en todos sus caminos: «Si me dirijo hacia el este, no está allí; si me encamino al oeste, no lo encuentro. Si está ocupado en el norte, no lo veo; si se vuelve al sur, no alcanzo a percibirlo.» Job 23:8, 9
¿No es así como gimes en el desierto? Lo que más deseas es oír Dios y todo lo que consigues es oír sólo un gran silencio. Como Job, miras para todos lados buscando a Dios y no lo encuentras. Todo lo que ves a tu alrededor es DESIERTO.
Nos gustaría evitarlo; buscamos un atajo o desvío, pero no existen. La ruta de la tierra prometida pasa, ineludiblemente, por el desierto, y la tierra no podrá ser conquistada si no lo atravesamos.
Es un tiempo de Dios en nuestra vida
Aquellos que entienden los tiempos y las épocas del Espíritu de Dios por descontado conocerán lo que Dios quiere hacer, y le obedecerán. Por otro lado, los que desconocen los tiempos y las épocas de Dios, no sabrán lo que Dios está intentando realizar en sus vidas y, consecuentemente, no actuarán correctamente. Jesús habla de ese tema
“Luego añadió Jesús, dirigiéndose a la multitud: -Cuando ustedes ven que se levanta una nube en el occidente, en seguida dicen: ‘Va a llover’, y así sucede. Y cuando sopla el viento del sur, dicen: ‘Va a hacer calor’, y así sucede. ¡Hipócritas! Ustedes saben interpretar la apariencia de la tierra y del cielo. ¿Cómo es que no saben interpretar el tiempo actual?” Lc 12:54-56
Jesús reprendió los judíos porque buscaban las cosas erradas en la hora errada. La Escritura dice: «Todo tiene su tiempo determinado, y hay tiempo para todo propósito bajo el cielo» (Ec 3:1). El propósito del desierto en la vida del creyente es el de prepararlo para algo importante que vendrá.
El desierto tiene su lado bueno
Esto es para aquellos que obedecen Dios. Hay un propósito con el desierto: entrenarnos y prepararnos para un nuevo mover de Espírito Santo. Si esa verdad no estuviere impregnada en nosotros, cuando entremos en el desierto, podremos comportarnos indebidamente. Sin percibir, las personas comienzan a hacer cosas erradas. Si estás tentado a hallar una ruta de escape antes de percibir la razón de Dios de haberte colocado en aquella situación, es decir, el porqué del desierto en tu vida, podrás quedarte durante largo tiempo en los lugares secos. El resultado es que pasarás a enfrentar dificultades, frustraciones y derrotas, a menos que entiendas que fue Dios quién te llevó al desierto y que él es quien está cuidando de ti.
Fue esto lo que aconteció con el pueblo de Israel. Porque no entendían la razón por la cual fueron llevados hacia el desierto, toda una generación murió antes de entrar en la tierra prometida. Dios quería probarlos, prepararlos y entrenarlos en el desierto, pero el pueblo no entendió de esa manera. Por eso el pueblo murmuró, reclamó y constantemente pecó. Cuando llegó el momento de que dejaran el desierto, entrando definitivamente en la tierra prometida, dieron oídos al informe de los espías miedosos. Llevados a escoger entre las promesas de Dios a su favor, acompañadas de la capacitación divina, y la visión humana, acompañada de la incapacidad humana, escogieron la última, despreciando al propio Dios. Creían que no podrían heredar la tierra que manaba leche y miel, como Dios había prometido, por eso Dios les dijo: «Voy a dar lo que vosotros merecen». «Estas cosas les sobrevinieron como ejemplos y fueron escritas para advertencia nuestra, de nosotros a otros sobre quienes los fines de los siglos han llegado» (1 Co 10:11).
Actuaron erróneamente por que desconocían la naturaleza y el carácter de Dios. Y lo que parecía ser una jornada corta en el desierto, se prolongó por «toda la vida».Aquellos que saben que para entrar en la tierra prometida necesitan atravesar el desierto, enfrentan las dificultades con alegría, sabiendo que, más además de ese lugar seco e inhóspito, la «tierra prometida» los aguarda. Esa visión de la gloria futura los capacita a terminar la jornada, les da coraje para enfrentar los obstáculos, a fin de que sean «perfectos e íntegros, en nada deficientes» (Santiago 1:4).
Patricia Velázquez
Basado en Victoria en el desierto, de John Bevere.