Experimenta la paz que sobrepasa todo entendimiento
Transforma tu vida abrazando la promesa de la paz de Dios en Cristo Jesús
Contenido de esta publicación:
Descubre la paz que supera todo entendimiento
Bienvenida, amada hermana en Cristo,
Muchas de nosotras tenemos un día a día bastante vertiginoso, con horarios, actividades propias y de hijos, esposo, nietos, etc. Pero como somos valientes y esforzadas, seguimos adelante… sin darnos cuenta que nos encontramos inmersas en un torbellino de emociones, desafíos y responsabilidades. En medio de esta agitación, cuántas veces hemos pedido «solo un poco de paz», perdiendo de vista la profunda verdad de nuestra conexión con el Creador, quien nos formó a Su imagen y nos llamó a vivir en Su paz, esa paz que sobrepasa todo entendimiento.
Promesa de paz
Hoy te invito a que tomemos un momento para reflexionar sobre la maravillosa promesa que nos ofrece la Palabra de Dios: la paz que trasciende todo entendimiento. En este viaje juntas, exploraremos cómo abrazar plenamente esta paz divina en medio de las luchas diarias, reconociendo que está disponible para nosotras en Cristo Jesús.
Vamos a sumergirnos en la verdad transformadora de Su amor, explorar cómo hacer las paces con Dios impacta cada área de nuestra vida y descubrir la belleza de ser guiadas por el Príncipe de Paz en nuestro caminar espiritual. ¡Que este tiempo sea una pausa sagrada donde podamos experimentar la renovación y fortaleza que solo la paz de Dios puede ofrecernos!
Seres espirituales
A veces no nos damos cuenta de que somos más que simples seres físicos; somos también seres espirituales creados a imagen de Dios, tal como nos enseña la Biblia en el libro de Génesis (Génesis 1:26–27). Aunque no siempre lo mencionamos, nuestra alma también necesita atención, así como nuestro cuerpo. Puede que no hablemos directamente de nuestra alma cuando nos referimos a sentimientos de tristeza o preocupación, pero en realidad estamos hablando de nuestra salud emocional y espiritual. Es importante reconocer y cuidar tanto nuestro bienestar físico como nuestro bienestar interior.
La paz más allá de los problemas
El miedo, la tristeza, la ira y otros problemas emocionales también impactan nuestra vida espiritual y nuestro cuerpo. Sin embargo, Dios nos ofrece su paz para todo nuestro ser: mente, emociones y voluntad. Jesús compartió estas palabras reconfortantes con sus discípulos poco antes de su partida:
‘La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se las doy como el mundo la da. No se angustien ni tengan miedo.’ —Juan 14:27
Experimentar la paz de Dios no significa que nunca enfrentaremos problemas, dolor o conflictos en la vida. A pesar de las circunstancias, tenemos la promesa divina de que podemos recibir el don de la paz de Dios. Disfrutar de esta paz es el resultado de hacer las paces con Dios: ‘Por tanto, al haber sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo‘ (Romanos 5:1).
La paz como atributo de Dios
Isaías profetizó los nombres que caracterizarían al Mesías: ‘Se le llamará Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz‘ (Isaías 9:6). Todo lo que necesitamos para vivir en esta paz de Dios después de haber aceptado a Cristo como nuestro Salvador se encuentra en Su nombre: Príncipe de Paz.
La Biblia nos enseña que Dios es Espíritu, y aquellos que le adoran deben hacerlo en espíritu y verdad (Juan 4:24). Como fuimos creados a Su imagen, debemos conectarnos con Él a través de nuestro espíritu, lo más profundo de nosotros. Como sabes, nuestra conexión espiritual con Dios se rompió cuando la humanidad desobedeció en el Jardín del Edén. Sin embargo, la obra redentora de Cristo en el Calvario nos ofrece restauración.
Él vino a ‘sanarnos’ mediante el nuevo nacimiento, restaurando la vida eterna de nuestro espíritu cuando aceptamos Su perdón por nuestro pecado y lo recibimos como nuestro Salvador y Señor. Jesús explicó este grandioso proceso de redención: ‘Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por medio de Él. El que cree en Él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios‘ (Juan 3:16–18).