Los viejos recuerdos de cuando viví en el Centro Educacional de Chihango, Mozambique en 1995 todavía están muy claros en mi mente. Era huérfana, sin padre ni madre. Mi alma a menudo se abrumaba con sentimientos de abandono y falta de amor y cuidado. No tenía absolutamente nadie con quien compartir mis sentimientos.
Aquel año el Señor envió a su sierva Mamá Aida (Heidi Baker) a Chihango. Ella me presentó a Jesús, el glorioso Salvador de mi alma, a quien acepté como mi Señor y le entregué mi vida.
Mi vida cambió completamente. Me bauticé y nunca más me sentí abandonada porque tenía a alguien con quien compartir mi dolor y que secara mis lágrimas. Jesús se convirtió en la fuente de mi vida.
No mucho después tuvimos que enfrentar algunas pruebas difíciles. El gobierno nos sacó a todos del centro de niños de Chihango. Mamá Aida y sesenta niños tuvimos que salir. No teníamos ningún lugar a donde ir, de modo que Mamá Aida nos llevó a un pequeño departamento que funcionaba como oficina. Atravesamos muchas dificultades porque ella no tenía suficiente dinero para alimentarnos a todos.
Fue allí que vi un milagro por primera vez en mi vida. El día que sucedió todos estábamos muy hambrientos y no teníamos nada de comer. De repente una señora llamó a Mamá Aida y dijo que prepararía almuerzo y se lo traería a su familia. Pero Mamá Aida no le dijo que además de su familia inmediata, tenía a sesenta de nosotros quedándose con ella.
Esta señora preparó comida suficiente solo para Mamá Aida y su familia, y la trajo en vasijas pequeñas. Cuando llegó, Mamá Aida nos llamó a todos. Su amiga se disgustó y le preguntó a Mamá Aida por qué no le había dicho que había otros sesenta niños con ella. Mamá Aida respondió que no había problema y que solo iban a orar.
Después que oramos, comenzamos a servir la comida. ¡Entonces vi con mis propios ojos cómo el Señor la multiplicó! Mientras más servíamos, más comida teníamos. La comida que estaba en las pequeñas vasijas no se agotaba. Todos comimos y hasta sobró comida.
A lo largo de los años he pasado muchas pruebas. Pero en todas las dificultades que he atravesado, nunca he sentido que Jesús me ha abandonado. Estaba, está y siempre estará conmigo. He aprendido que las raíces del creyente se profundizan cuando pasa por pruebas.
Una de las mayores dificultades por las que he pasado en mi vida fue con mi esposo. Atravesó una etapa en la que comenzó a ingerir drogas y a tomar alcohol. Fumaba y dormía con prostitutas. A veces llegaba tarde en la noche a la casa mientras yo estaba durmiendo, traía a otras mujeres a nuestro dormitorio y tenía sexo con ellas allí mismo. Yo perseveré en oración con la fe de que iba a vencer esos problemas. Y Dios intervino en nuestras vidas. Una de las mujeres con que durmió mi esposo salió embarazada de él. Ella no quería al bebé, de modo que decidí llevarlo a nuestra casa y criarlo como mi propio hijo. Mi esposo se transformó completamente. En la actualidad, además de nuestros propios hijos, también cuidamos a otros jóvenes que, así como yo no han tenido a nadie más que los cuide.
Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará. Hará que tu justicia resplandezca como el alba; tu justa causa, como el sol de mediodía.
—Salmo 37:5–6
Doy gracias a Dios por todo lo que ha sucedido en mi vida. Creo que, tal como lo dice la Palabra de Dios, aquellos que creen en Jesús nunca serán decepcionados.
―Tomado del libro «El nacimiento de lo milagroso» por Heidi Baker. Usado con permiso.