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Estado ideal

Por Reflexión7 minutos de lectura

En 1516, Tomás Moro acuñaba el término utopía en su obra en latín Del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía. Utopía es el nombre de una isla en la que se desarrolla una comunidad ficticia cuya organización política, económica y cultural es ideal. Desde entonces se usa esta palabra, utopía, para hacer referencia a algo ideal, pero imposible de realizarse.

En 1516, Tomás Moro acuñaba el término utopía en su obra en latín Del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía. Utopía es el nombre de una isla en la que se desarrolla una comunidad ficticia cuya organización política, económica y cultural es ideal. Desde entonces se usa esta palabra, utopía, para hacer referencia a algo ideal, pero imposible de realizarse.
Algo utópico es una fantasía, algo irreal, que pertenece al mundo de la ilusión. Es algo propio de los deseos humanos que no llega a concretarse. Se trata de un proyecto, idea o sistema irrealizable en el momento en que se concibe o se plantea. Por ejemplo, hoy por hoy, para muchos, la igualdad social es una utopía.

La palabra utopía tiene una etimología muy interesante. Proviene del griego: Topos significa lugar; y ou significa no. Es decir, utopía, es un no lugar. Hace referencia a aquello que no tiene lugar en la vida, que nos resulta imposible.

Utopías personales

Tal vez en tu vida hay muchos deseos incumplidos, logros inalcanzados, cosas que hasta hoy te han resultado imposibles. Pero las utopías, si están en la Biblia, dejan de ser utopías. Si dejamos que Cristo se manifieste en nuestras utopías, entonces las utopías se convierten en Cristopías (permítanme acuñar esta palabra). Es decir, lugares donde Cristo manifiesta su poder.

Cuando vos dejás espacio a Cristo en tus utopías (lugares, circunstancias, situaciones que parecen imposibles), permitís que el poder de Cristo se manifieste, y creés que con él es posible, entonces las utopías se convierten en Cristopías: lugares para que el poder de Jesús se haga realidad, y los imposibles se conviertan en milagros.

Para la mentalidad hebrea en la época de Jesús, el lugar de la acción de Dios estaba limitado a Israel. No cabía en la mentalidad de los judíos que el obrar del Mesías se cumpliera fuera de Israel. Pero Jesús traspasa los límites, y va a los lugares que hasta ese momento eran no lugares para el obrar de Dios.

Era utópico pensar que el Mesías judío fuera allí. Pero Jesús va a la región de los gadarenos y expulsa una legión de demonios de un joven oprimido. En la comarca de Tiro, libera de un espíritu inmundo a la hija de una mujer sirofenicia. En la orilla este del mar, cura a un sordo tartamudo. En un lugar desierto, lleva a cabo la segunda multiplicación de panes y peces. Y en Betsaida, devuelve la vista a un ciego.

Jesús elige, por tanto, como lugar privilegiado de sus milagros, los no lugares, los ámbitos para la utopía. La mayoría de curaciones y liberaciones se producen en la periferia de Israel, la provincia de Galilea, en el norte, llamada despectivamente «Galilea de los gentiles o paganos», la región más alejada del influjo del templo y del sistema religioso judío asentado en el sur, en Judea.

Y no solo era una cuestión geográfica, sino también espiritual y social. Jesús dijo: “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos; más que a justos, he venido a llamar pecadores” (Marcos 2.17).

Y estas palabras las expresó cuando lo acusaron de estar en lugares inapropiados, en los no lugares, comiendo con recaudadores y descreídos pecadores.

Por eso cuando Jesús le dice a Zaqueo que va a posar en su casa, casi no lo puede creer, era una utopía que posara en la casa de un recaudador de impuestos, traidor a la patria y estafador.

Jesús no tiene límites ni fronteras

La salvación de Jesús se concentra en los márgenes, en lo que podríamos llamar la heterodoxia del sistema. Para Jesús no existen los no lugares para su obrar. En el evangelio de Marcos vemos que actúa remediando males en todos los ámbitos de la vida humana: en una sinagoga, espacio religioso, libera a un hombre con un espíritu impuro (vv. 1.21b-28); en una casa, lugar de la vida privada, cura a la suegra de Simón (vv. 1.29-31); en la puerta de la casa, ámbito de la vida pública, realiza curaciones múltiples (vv. 1.32-34), y en un despoblado tiene lugar el primer reparto de panes y peces (vv. 6.33-46).

Vemos cómo la actividad de Jesús no tiene límites ni fronteras; no hay ningún espacio de la vida humana que le sea ajeno. La salvación de Jesús alcanza a todos: es universal; va dirigida a cualquier persona independientemente del sitio en que esta se encuentre.

Llama sorprendentemente la atención que, en el evangelio de Marcos, Jesús no cure a ningún enfermo, ni remedie ninguna necesidad en Jerusalén, tal vez por ser esta ciudad el lugar de donde viene la oposición más fuerte. Porque el único no lugar para Jesús es donde no lo reciben. La única utopía es para quien no cree. El imposible es solo para el que no tiene fe.

¿Cuáles son tus imposibles, tus utopías? Convertilas ahora en Cristopías, en oportunidades para que el poder de Jesucristo se manifieste en tu vida. El apóstol Pablo expresaba esa fe que supera toda imposibilidad y rompe con todo límite diciendo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.

Las utopías son imposibles, pero podemos convertirlas en Cristopías, que son las proezas que haremos en Dios. Todo lo que no hemos logrado en la vida, son utopías. Son no lugares: jamás estuvimos allí, jamás pudimos, jamás lo disfrutamos, jamás lo logramos. Pero ahora vamos a poner a Cristo allí.

Hoy vos estás arriba del árbol, como Zaqueo, y Jesús pasa por tu vida y te mira y te dice: “Me es necesario habitar en tu imposible. ¡Vamos, animate, juntos vamos a hacer esa proeza!”. “Para mí –te dice el Señor– no hay utopías. Todas las circunstancias son grandes oportunidades para que yo obre un milagro. Solamente creé y verás mi gloria llenando el espacio vacío de tu imposibilidad”.

Fe es crear el espacio para que el Señor lo llene con su poder. Tu necesidad es el lugar que Cristo habitará con su provisión. Tu enfermedad es el lugar que Jesús habitará con su poder sanador. Tu hogar es el lugar para que hoy lo dejes habitar. ¡Experimentá el amor y el poder de Dios en tu vida!

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