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luna

Cuenta la historia de un estudiante posgraduado que se dirigió al gran naturalista Agassiz, para recibir los toques finales en su formación. Había recibido varios honores, y por ello esperaba obtener una noble asignación. Se sintió muy asombrado cuando Agassiz le entregó un pequeño pez y le pidió que lo describiera. El estudiante respondió:
– Es sólo un pez luna.
– Lo sé – dijo Agassiz –, pero quiero que lo describas por escrito.
Pocos minutos después el estudiante regresó con la descripción escrita del pez, de acuerdo a la terminología formal en latín, e incluyó en una carta hidrográfica, el género y la familia donde éste podría ser encontrado. Agassiz leyó lo que el estudiante había plasmado y luego le dijo:
-Descríbeme el pez.
Entonces el estudiante produjo un ensayo de cuatro páginas. Otra vez Agassiz le dio la misma orientación. Este proceso continuó por unas tres semanas, y para entonces el pez ya estaba en un estado de descomposición bastante avanzado. El estudiante admitió, que después de todo ese tiempo, en verdad ya conocía bastante sobre el pez. Y Agassiz así lo reconoció.
Cierto filósofo moderno ha llegado a la conclusión de que si uno estudia algo aunque pequeño, sea planta o criatura, por cinco minutos diarios en un lapso de veinte años. ¡Uno se convertiría en el máximo experto mundial sobre el tema!

Cuán importante es, entonces, que invirtamos tiempo cada día aprendiendo las lecciones más importantes de todas, ¡las que se encuentran en la Palabra de Dios! Si en realidad deseamos conocer lo que dice Dios sobre cómo vivir una vida de éxito en esta tierra, permitamos que la lectura bíblica ocupe parte de nuestra vida diaria.
Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, 
como obrero que no tiene de qué avergonzarse, 
que usa bien la palabra de verdad.
2Timoteo 2:15

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