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La palabra TENTACIÓN tiene diferentes connotaciones para cada uno de nosotros. Para algunos, representa un helado de crema batida y nueces. Para otros, es el hombre o la mujer quien ha venido a ser el objeto de fantasías sexuales secretas en la oficina. Para el hombre que vive bajo un gran stress, puede ser la botella de la wisky. Para la mujer desencantada, puede ser la farmacia de la esquina donde sabe que puede conseguir que le vendan esa receta de calmantes una vez más.

Para algunos adolescentes, el vocablo tentación puede traer a la mente una botella de cerveza, un cigarrillo de marihuana o un miembro del sexo opuesto con quien los padres le han prohibido mantener amistad. Para otros, puede ser el deseo incontrolable de librarse de una comida obligándose a vomitarla para no aumentar de peso.
Tal vez la tentación tiene algo que ver con los sitios que visitan en internet o las películas triple x.

Cuando oyes el vocablo tentación, ¿qué te trae a la mente? ¿Cuál es tu tentación más grande? Tal vez, has tratado y fracasado tantas
veces en el pasado, que te has desalentado, y simplemente, la ocultas para no ser despreciado dentro de tu grupo de amigos, pero en el fondo de tu corazón, luchas con la hipocresía.

En necesario recobrar esas esferas de tu vida en que has resbalado. Pero decidir no luchar con el pecado, te lleva a lo que la Escritura llama un corazón endurecido. Este se produce cuando la
gente oye la verdad y la cree, pero rehúsa aplicarla. Producir un
corazón endurecido es un proceso que lleva tiempo. Pero cada vez
que los creyentes reconocen que hay pecado en su vida y, sin
embargo, no hacen nada al respecto, se vuelven menos sensibles a
la dirección del Espíritu Santo. Finalmente, llegan al lugar donde
no sienten ninguna convicción de pecado. Se endurecen y apagan
al Espíritu en sus vidas (1 Ts 5:19), lo cual es muy
peligroso.
La Biblia advierte que si dejamos que este proceso continúe,
finalmente Dios nos entregará de nuevo al pecado. O sea, en un
sentido, él dice: «¿Tú quieres vivir a tu manera? Bien, hazlo, y sin
ninguna interferencia de parte mía.» En ese momento los creyentes
pierden toda dirección moral y ética en lo que respecta al Espíritu
Santo. Están solos. Esto es lo que le pasó al
hombre que describe 1 Corintios 5 que llevaba una relación de
incesto aparentemente sin ningún remordimiento. Creo que el
hombre no obedeció las instrucciones del Espíritu Santo, y Pablo
dice que fue entregado a Satanás. Tal es el riesgo que corremos si
no nos encargamos del problema del pecado.

Otra razón por la cual es indispensable luchar contra los elementos pecaminosos de nuestro estilo de vida es que un pecado lleva a otro. El pecado es como el
cáncer que se extiende. Cuando te acostumbras a un pecado en particular, una vez que se arraiga en su estilo de vida, es sólo asunto de tiempo antes que otras esferas constituyan problemas. La mayoría de las historias sobre alguna gran caída en pecado comienzan con una historia sobre un pecadillo que se dejó sin resolver. Esa esfera abre la puerta para otras cosas que pronto se convierten en problemas
mayores.

Una última razón por la que hay que tomar seriamente aun el pecado más pequeño, es que el pecado siempre resulta en muerte de alguna clase. Santiago lo dice así:
«…sino que cada uno es tentado, cuando de su propia
concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia,
después que ha concebido, da a luz el pecado;
yel pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.»
Santiago 1:14-16.

La buena noticia es que el Señor Jesús dio su vida por ti y es capaz de librarte de caer en tentación.

Continuará.

Bibliogr: Biblia RV. Tentado, no cedas, C. Stanley
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