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Siete pasos

Por Reflexión6 minutos de lectura
CA11797

Tentación * Segunda parte

Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Sal 51:1

Dios tiene una forma hermosa de tomar lo negativo y cambiarlo para su gloria, si se lo permitimos. Dios ha provisto una manera por la cual nuestro peor fracaso puede ser transformado en gran ganancia. En el libro de los Salmos, David escribió su oración de arrepentimiento después de pecar con Betsabé. Esta oración incluye siete pasos que creo necesarios que todos sigamos después de ceder a la tentación.

1. La primera etapa en el proceso de recuperación es el arrepentimiento. No confundir con dos formas falsas de arrepentimiento: «Señor, realmente siento haber sido sorprendido.» O: «Señor, realmente siento que pequé. Espero portarme mejor la próxima vez.» Ambas salen de la culpabilidad o de la vergüenza, no de un sentido de remordimiento por haber desagradado a Dios. Las personas oran así no tienen intención de cambiar, simplemente están intentando quitarse a Dios de encima.
El arrepentimiento genuino comprende la confesión, que reconoce la propia culpa. También reconoce que el pecado era contra Dios. Dijo David: «Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos.» (Salmo 51:4), asume la completa responsabilidad y requiere de completa honestidad hacia Dios.

2. Aceptar el perdón de Dios. A veces esto es difícil porque nos sentimos muy culpables, especialmente si es un pecado que hemos cometido muchas veces. Tal vez nos sintamos tontos yendo al Señor con el mismo pecado otra vez, pero eso es lo que tenemos que hacer. Junto con aceptar el Perdón de Dios, tenemos que perdonarnos
a nosotros mismos. Si Dios dice que nuestro pecado está pagado, entonces está pagado.

3. hacer restitución a aquellos contra los cuales usted ha pecado. Algunas veces esto no es fácil. Si ha robado algo, puede devolverlo sin mucho problema, y pagar por cualquier daño también. ¿Pero cómo hace restitución a alguien a quien le ha robado la pureza, el honor o la reputación? Usted tiene que pedirle perdón a esa persona. Y no quiero decir simplemente que diga que lo siente. Tiene que pedir perdón.

4. Aceptar la disciplina de Dios. A menudo no reconocemos la disciplina de la
mano de Dios. Cuando hay consecuencias personales que resultan de nuestro pecado, tales como una herida o una pérdida financiera, podemos por lo general, reconocerlas de inmediato. Pero a veces la disciplina de Dios viene en formas que al principio parecen no tener relación con lo que hemos hecho. Con el tiempo, sin embargo, la verdad se hace clara. Cuando reconocemos que estamos siendo disciplinados, una señal indiscutible de que realmente tomamos a Dios en serio es que no luchamos con la situación. Aceptando voluntariamente la disciplina de Dios, reconocemos nuestra culpa y su derecho soberano de ejercer autoridad sobre nosotros.

5. Identificación con las lecciones que Dios quiere enseñarnos a través del fracaso. Pasar por alto este paso es que la serie completa de acontecimientos viene a ser una pérdida de tiempo. Dios está en el proceso de traernos algo bueno del
desorden que hemos causado. Sin embargo, si no descubrimos lo que él está tratando de enseñarnos, todo el proceso se malogra. Cuando hablamos de aprender de nuestros errores, necesitamos mantener en mente la humildad, la pureza y la instrucción.
Cuando caemos, debemos orar: «Señor,humilla mi espíritu delante de ti. Purifica mi corazón pecaminoso. Instrúyeme en tus caminos para que este hábito se rompa y yo pueda experimentar la libertad que tú has provisto.»

6. Consultar a un consejero calificado. Si aún continuamos luchando con la
misma tentación y nada parece dar resultado, tal vez necesite ayuda de alguien que lo escuche y lo ayude a entender por qué está usted luchando en esa forma. Por eso Dios ha equipado a los consejeros y los ha dado al cuerpo de Cristo.

7. El último paso en el proceso de la recuperación es la preparación para compartir lo quehemos aprendido con otros. Considere lo que dijo David: «Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti.» Salmo 51:10-13

Al pasar a través de estos pasos de la recuperación, se verá a Dios tomar lo que comenzó como una cosa negativa y convertirla en algunas de las experiencias más positivas de nuestra vida. En ocasiones será doloroso, pero el crecimiento siempre
es doloroso. La decisión es de cada uno. No una sola vez, sino todas las veces que sucumbamos a la tentación. Mientras permitimos a Dios obrar a través de este proceso, Él nos revelará por qué somos tan susceptibles a ciertas tentaciones. Una correcta disposición a responder correctamente al fracaso puede proveernos el conocimiento que necesitamos para alcanzar la victoria la próxima vez.

Querido amigo, por favor, no desperdiciemos nuestros fracasos. Permitamos a Dios usarlos para madurar hasta llegar a la «estatura» que Él desea para nosotros.
Que Dios convierta nuestras derrotas en victorias. La decisión es nuestra: no elijamos malgastar nuestros fracasos, sino ponerlos en las manos de Aquel que dijo:
«Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.» Mateo 11:28-30

Adaptado de Tentado, no cedas. Charles Stanley

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