La experiencia más grandiosa que puedo tener es oír la voz de mi Padre, no importa lo que diga o lo que me pida. Esta es la fuente de mi felicidad.
Hay varias maneras diferentes de escuchar a Dios. Una de ellas es a través de la lectura de las Escrituras. Otra es mediante el don de profecía, cuando opera a través de creyentes maduros de la Iglesia. Quizá la forma más poderosa de la profecía es la que uno recibe directamente de Dios, por sí mismo. Cuando tenemos revelación del amor de Dios y nuestros corazones han aprendido cuán maravilloso es realmente para con nosotros y cuánto nos cuida, podemos acercarnos a Él y comenzar a escuchar lo que nos pueda estar diciendo. Jesús prometió hablarnos personalmente. “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen”, dijo Jesús en Juan 10:27 (RV60). Si usted no oye su voz, ¿es realmente una de sus ovejas? ¿O solamente tiene problemas para oír?
Yo creo que en esta vida todo comienza con un pensamiento, incluso escuchar a Dios. Si nuestros pensamientos son llenos de desesperanza, se convertirán en instrumentos del diablo para llevarnos al desaliento y la derrota. Nos sentimos como abandonados, vencidos, sin nada que hacer y a veces retrocedemos de la comunión con Jesús y volvemos a una vida de pecado. Terminaremos haciendo algo muy negativo que estamos “viendo” en nuestros corazones.
Si, por el contrario, nuestros pensamientos están llenos de visión y esperanza expectante, y luego enlazamos nuestros sentimientos, fe y recursos, comenzamos a tomar medidas para encontrar una solución los problemas de la vida. Dios, conociendo la importancia de los pensamientos y las intenciones del corazón, quiere poner visión y verdad en cada uno de nosotros para producir fe y hacernos fructificar.
En 1 Corintios 13:13 leemos: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (RV60). El amor es primordial, pero todo lo que recibimos de Dios, lo recibimos por fe. La visión generará esperanza, para que la fe pueda hacernos avanzar. Es por eso que Dios quiere poner un sueño o visión en nuestros corazones. Esa es una importante función de la profecía. Si no hay sueño ni visión, la esperanza y la fe tampoco están operando.
Es importante mantener la calma cuando se trata de escuchar al Espíritu. Él ha prometido hablar con nosotros. Nos ha dicho que sus ovejas conocen su voz. Cuando busque escucharlo, trate de “bajar su volumen” emocional. Pídale que le dé calma y paz, y que usted no esté lleno de sus propios sentimientos, sino que se llene de los pensamientos y deseos divinos. Confíe en que Él le hablará, y descanse en su presencia. Cuando escuchamos al Señor, como hijos suyos, nunca tenemos un espíritu de temor. Usted sabrá cuando es Él quien le habla, porque Dios mismo lo confirma con su pacífica presencia.
Si se siente incómodo o sigue estando inseguro respecto de una palabra o algo que se siente movido a hacer, hable con alguien más. A veces Dios le da la interpretación a otra persona, para que el Cuerpo de Cristo pueda operar como una unidad.
– Tomado del libro Libere el poder profético por Jeremy Lopez