Descubre el poder de vivir en una relación íntima con Dios
Querida hermana en Cristo, ¿alguna vez te has preguntado qué significa realmente entrar en la presencia de Dios? para tener una relación íntima con el Padre, necesitamos tener en claro qué es estar en su presencia.
Contenido de esta publicación:
Relación íntima con Dios
La clave para experimentar la presencia de Dios: un corazón puro
Es una frase que solemos escuchar en nuestras iglesias, especialmente cuando hablamos de adoración y oración. Sin embargo, muchas veces no comprendemos su profundo significado, y me atrevería a decir que a veces lo tomamos a la ligera. Nos hemos acostumbrado tanto a las rutinas dominicales que olvidamos la verdadera esencia de lo que significa estar frente a nuestro Creador.
Imagina esto: has tenido una semana difícil, llena de desafíos y distracciones. Llegas al domingo con un corazón cargado, y en el camino a la iglesia, pides perdón apresuradamente por tus fallas, esperando que con eso ya estés lista para adorar a Dios junto con los demás creyentes. Sin embargo, esa prisa por «ponerse a cuentas» con Dios podría estar impidiendo una experiencia más profunda y genuina de Su presencia.
Más que una relación: una comunión verdadera
Dios no quiere que simplemente lo veamos como un «seguro» contra el infierno. Él desea algo mucho más profundo: un vínculo íntimo y transformador con nosotras. No se trata solo de cumplir con nuestras «obligaciones religiosas»; Dios quiere ser nuestro Padre, desea comunión con nosotras. ¿Pero qué significa realmente tener comunión con Dios?
Entrar en la presencia de Dios es mucho más que un acto de adoración momentáneo; es una experiencia continua de intimidad con nuestro Padre celestial. Es en esa comunión que expresamos nuestro amor por Él, descubrimos Su voluntad para nuestras vidas, y nos alineamos con Sus propósitos. Este tipo de acercamiento no es sencillo, requiere una disposición genuina de nuestros corazones para buscarlo a Él con pureza e integridad.
La santidad: la llave para la relación con Dios
Cuando hablamos de acercarnos a Dios, no podemos evitar hablar de santidad. La Palabra de Dios nos dice que «sin santidad, nadie verá al Señor» (Hebreos 12:14). Jesús mismo enfatizó esta verdad cuando dijo: «Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios» (Mateo 5:8). Este «ver a Dios» no se refiere a la eternidad después de nuestra muerte, sino a experimentar Su presencia aquí y ahora, en nuestra vida diaria.
Pero, ¿qué significa ser de limpio corazón? Ser limpio de corazón es ser santo, estar apartado para Dios, tener una mente y un corazón enfocados en Él y en Sus caminos. No es simplemente evitar el pecado; es una transformación interior que se refleja en cada aspecto de nuestra vida. Cuando nuestro corazón es puro, estamos en una posición de ver a Dios manifestarse en nuestras vidas de manera tangible.
Santidad práctica y real
La santidad no es un concepto místico o inalcanzable; es práctica y real. Ser santo significa vivir con integridad, que nuestras palabras y acciones estén en perfecta armonía con la voluntad de Dios. En el Antiguo Testamento, quienes se acercaban a la presencia de Dios sin estar santificados corrían el riesgo de morir. Esto nos muestra la seriedad con la que debemos abordar la santidad en nuestras vidas.
Dios nos dice en Su Palabra: «Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón» (Jeremías 29:13). La santidad no es algo opcional, es el camino para experimentar a Dios en toda Su plenitud. Cuando buscamos a Dios con un corazón puro y sincero, Él promete revelarse a nosotras. Pero si nuestro acercamiento es superficial, si nuestras oraciones son meras palabras sin convicción, entonces estamos perdiendo la oportunidad de tener una verdadera comunión con Él.
La fidelidad de Dios y nuestra responsabilidad
Dios es fiel a Su Palabra, y si ha prometido manifestarse a quienes le buscan con todo el corazón, podemos estar seguras de que lo hará. Pero esto también significa que, si no lo buscamos de esa manera, no podremos experimentar Su presencia como anhelamos. No podemos tratar a Dios como un proveedor automático de bendiciones; necesitamos acercarnos a Él con un corazón dispuesto, buscando Su rostro con todo nuestro ser.
Querida hermana, te animo a que no te conformes con un lazo superficial con Dios. Busca Su presencia con todo tu corazón, mente y alma. La promesa de Dios es clara: si le buscamos con todo nuestro ser, Él se dejará encontrar. Y cuando lo hagamos, experimentaremos la dicha de estar en Su presencia, una experiencia que transformará nuestras vidas y nos permitirá caminar en Su perfecta voluntad.
Entrar en la presencia de Dios es mucho más que un acto ritual; es una invitación a una relación íntima con nuestro Creador, donde somos transformadas y capacitadas para vivir en santidad. No esperemos al domingo para ponernos a cuentas con Dios. Hagamos de cada día una oportunidad para acercarnos más a Él, y descubramos la profundidad de Su amor y Su propósito para nuestras vidas. ¡Que tu corazón esté siempre dispuesto a buscar a Dios y a vivir en Su presencia!
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