Nuestro propósito es agradar a Dios, no a las personas. Solamente él examina las intenciones de nuestro corazón.
No tratamos de agradar a nadie, sino sólo a Dios, pues él examina todo lo que sentimos y pensamos.
A menudo, nos encontramos tratando de agradar a otras personas, ya sea porque queremos hacerles felices, porque esperamos obtener algo a cambio o porque simplemente nos sentimos presionados por la sociedad. Sin embargo, esta búsqueda constante de la aprobación de los demás puede llevarnos a olvidar nuestros propios valores y principios y puede hacernos perder de vista nuestro verdadero propósito en la vida. Por eso es importante recordar que, aunque es natural tratar de agradar a los demás, nuestra principal responsabilidad es agradar a Dios.
Agradar a Dios significa seguir Sus mandamientos y vivir de acuerdo a Sus principios. Esto puede no siempre ser fácil, especialmente cuando la sociedad nos empuja a seguir caminos contrarios a los que Dios ha establecido para nosotros. Sin embargo, si mantenemos nuestra fe y nuestra determinación, podemos encontrar la fuerza y la guía necesarias para seguir Su voluntad.
Además, agradar a Dios también significa tener una actitud de gratitud y de humildad. Debemos recordar que todo lo que tenemos viene de Dios y que debemos estar agradecidas por todas Sus bendiciones. Por eso enfaticemos el ser humildes y reconocer que, sin Su gracia y Su amor, nada somos.
Querida amiga, aunque es natural tratar de agradar a los demás, nuestra principal responsabilidad es agradar a Dios. Esto significa seguir Sus mandamientos, vivir de acuerdo a Sus principios y tener una actitud de gratitud y de humildad. Al hacer esto, no sólo estaremos siguiendo Su voluntad, sino que también encontraremos la verdadera paz y la felicidad que sólo Él puede dar.