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Dios quiere ser engrandecido en nuestra vida.

 ¿En qué consiste este «engrandecer» a Dios?

gloria a Dios en las alturas





Es algo totalmente simple y, sin embargo, inmenso, que sólo se puede reconocer como un prodigio: que en nuestra pequeña existencia, a lo largo de los días, los años y las décadas en que se nos regala nuestra vida, en que las preocupaciones, problemas y luchas de nuestra vida van apareciendo poco a poco pero de manera continua, nosotros dejamos que Dios sea el Señor. ¿Por qué? ¡Porque él es Dios! No por otra razón; no porque lo consideremos provechoso; sino, sencillamente, porque él es el Señor Dios. Engrandecer a Dios significaría propiamente dejar a Dios ser el Señor, admitirlo en nuestros pensamientos, en nuestra vida afectiva, en nuestra conciencia. La relación es simple: él es el Señor Dios



y quiere ser considerado como tal en este momento de mi vida; y yo sólo puedo admitirlo en los lances pequeños y grandes de mi vida como el Señor. Eso es lo que significa «¡Mi alma engrandece al Señor!». Entonces es también en nosotros lo que es en sí mismo. En esto consiste su gracia: en que no desdeña ser también tu Dios y el mío y, por tanto, ser también ensalzado por nosotros.



Barth Karl

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