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56504733Carlos limpiaba cada rincón de la fábrica de Acero Carnegy como si fuera su casa. Lo hacía con tanto esmero, que parecía que fuera el dueño del lugar. Sólo con estudios primarios, había logrado este trabajo sencillo de peón para todo servicio, pero lo hacía con excelencia. Limpiaba tanto en días soleados como en días de lluvia.

Esta actitud fue vista por las autoridades de la fábrica, y lo contrataron como empleado de limpieza. Claro que Carlos siguió trabajando con la misma dedicación, y su buen testimonio llegó a oídos del presidente de la empresa. El señor Carnegy valoró a tal punto su entrega que decidió contratarlo como su secretario personal, transformándose nada menos que en el vocero de presidente de la fábrica.

¿Cuál era su mentalidad? Soy «como» el dueño de esta empresa, debo trabajar con la idea de que si alguien me obliga a llevar una carga por una milla, debo ir con él dos; y si alguien me pide la túnica, debo darle también la capa. Y trabajó fielmente.

El señor Carnegy, conmovido por esta fidelidad de su empleado, le ofreció un incentivo de un millón de dólares, cuando el salario anual de un secretario era de dos o tres mil dólares. Y a la vista de sus empleados, Carnegy dijo que el sueño y la fidelidad de Carlos eran inmesurables.

Cuando llegó el momento de la jubilación del presidente de la empresa, los empleados comenzaron a preguntarse quién iba a reemplazarlo. Algunos afirmaban que seguramente elegiría a un graduado de Harvard, o quizás el hijo de algún empresario importante.
Pero Carnegy nombró a Carlos como nuevo presidente de la industria del acero. Esto causó un gran impacto en todo el mundo, aún para el mismo Carlos. ¿Qué fue lo que Carnegy priorizó? Según sus propias palabras, «la empresa debe ser dirigida no por alguien con títulos de estudios avanzados, sino por alguien con amor, fidelidad y sueño con realción a la empresa». El confió en Carlos Swab por su amor, fidelidad y sueños.

¿En qué lugar te encuentras? ¿A qué te dedicas? Dios está contigo y quiere ayudarte. Sé fiel en lo poco. Dios lo ve todo, y conoce las fibras más íntimas de nuestro corazón. Dios nos exaltará a Su tiempo. Pongamos nuestra mirada en Dios y seamos fieles en lo que nos ha sido confiado.


Bibliogr: D. Y. Cho

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