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Sentirme protegida 

Mujer con gesto de manos en el pecho y sonrisa
Sentirme protegida

En nuestro andar de todos los días nos encontramos con distintas voces, y muchas de ellas influyen sobre nuestros pensamientos y sentimientos sin darnos cuenta. Es entonces cuando perdemos el foco, y el sentirnos protegidas por Dios se desvanece imperceptiblemente.

En el consultorio médico había mucho tiempo de espera. Me senté en una de las pocas sillas libres, y me dediqué a… esperar. Por un rato miré el lugar, miré mi teléfono, leí un poco, simplemente para pasar el tiempo. Hasta que me di cuenta que había un sonido permanente que ocupaba el ambiente… alguien que hablaba sin parar.

Mi atención pasó a un televisor encendido en el canal de las noticias. 5 ó 6 noticias fueron novedosas, y luego se comenzaron a repetir. Los periodistas analizaban cada tema, lo desarrollaban y repetían una y otra vez. La novedad de los primeros minutos pasó a ser el «siempre lo mismo» del resto de mi tiempo de espera. La capacidad de hablar tanto con respecto a los mismos temas me resultó llamativo, aunque agotador.
Sentirme protegida

Sentirme protegida

Así pasó el tiempo, casi una hora durante la cual se seguía escuchando lo mismo, aunque ya no le prestara atención. Sin embargo, mis sentimientos me hicieron notar que lo que escuchaba quitaba mi tranquilidad. Experimenté sorpresa, temor, angustia, inquietud, sensación de inseguridad y desprotección.

Sentirme protegida

Gracias a Dios, el médico me llamó, y me sacó de ese ambiente tóxico para mis emociones.

Al llegar a casa, el Salmo 3 me dio la luz que necesitaba

1 Oh Señor, tengo tantos enemigos; son muchos los que están en mi contra.

2 Son tantos los que dicen: «¡Dios no lo rescatará!». 

3 Pero tú, oh Señor, eres un escudo que me rodea; eres mi gloria, el que sostiene mi cabeza en alto.

4 Clamé al Señor, y él me respondió desde su monte santo. 

5 Me acosté y dormí, pero me desperté a salvo, porque el Señor me cuidaba.

6 No tengo miedo a los diez mil enemigos que me rodean por todas partes.

7 ¡Levántate, oh Señor! ¡Rescátame, Dios mío! ¡Abofetea a todos mis enemigos! ¡Destroza los dientes de los malvados!

8 La victoria proviene de ti, oh Señor; bendice a tu pueblo. 

Recién entonces sentí alivio: pueden ocurrir muchas cosas que quitan mi tranquilidad, y me dan temor. Pero Dios se ha comprometido a cuidarme. Dios me defiende. Dios me protege. Dios me da la victoria.
 
¿Qué estás escuchando? Recuerda: el Señor tiene la última palabra.
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