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Verdaderamente libres

Por Reflexión6 minutos de lectura

Suena asombroso, pero lo único que Dios no podía hacer con los hebreos en el desierto era que cambiaran de mentalidad. Tampoco puede cambiar la nuestra. Nos inspirará con deseos justos y santos, pero Él no nos cambiará. Porque el único que puede cambiar mi mente soy yo mismo, el único que puede renovar su mente es usted mismo. Es por esto que Pablo escribió en su carta a la iglesia cristiana de Roma: No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento (Ro 12:2). ¿Cómo dejar de tener una mente de esclavo?

La libertad es una responsabilidad que sólo los maduros pueden aceptar y sobrellevar. Se da en nuestra mente cuando aceptamos nuestra responsabilidad de avanzar y permitir el reacondicionamiento de nuestro pensamiento opresivo. Quienes no avanzan viajan en interminable círculo porque nada cambia de verdad hasta tanto cambie la mente. Leí un informe reciente en una revista científica, sobre un hombre de ciencias que estudia el poder del condicionamiento. El equipo de este científico ató a un perro a un poste. Luego pusieron su alimento justo fuera de su alcance. Cuando el perro intentaba llegar a la comida se lastimaba porque su correa no era lo suficientemente larga. Cada vez que tironeaba para llegar a la comida, sentía dolor. A la cuarta semana de este cruel experimento, el perro permanecía junto al poste. Ni siquiera intentaba llegar a la comida. Durante la quinta semana le quitaron la correa y lo ubicaron a sesenta centímetros del alimento. Pero el perro permanecía cerca del poste. El animal se negaba a acercase a la comida. Había sido condicionado por el dolor que le impedía buscar el alimento que ahora era libre de comer, pero él creía que no podría hacerlo. El perro casi muere de hambre durante las últimas siete semanas del experimento. No se apartaba del poste aunque el alimento estuviera a su alcance. De hecho, debieron alzarlo y llevarlo hasta el alimento para volver a condicionarlo gradualmente.
Este experimento, cruel como es, demostró que cuando la mente del animal está condicionada, vivirá dentro de las limitaciones impuestas por el condicionamiento, aún después de ser librado del mismo. También ilustra con claridad el problema que tuvo Dios con los hijos de Israel. Estaban sometidos a la esclavitud, atados al poste del Faraón, como lo habían estado durante cuatrocientos treinta años. Luego, un día Dios envió a un hombre llamado Moisés para que quitara la correa y los dejara libres. y él liberó a Israel de la mano de su opresor. Pero liberarlos de sus pensamientos de opresión fue algo totalmente diferente. La razón por la que Dios se negó a llevar a los israelitas directamente a Canaán después de su liberación, fue porque seguían mentalmente siendo esclavos de Egipto. Habían sido liberados de Egipto, pero todavía no eran libres. Así que Dios debió lidiar con sus mentes aunque sus cuerpos estaban ya libres de la opresión. Esta ilustración capta el principio que se aplica a las personas, las comunidades y las naciones: las condiciones determinan la conducta hasta que son interrumpidas por una fuerza externa.
El componente importante que falta en la vida de muchos creyentes y comunidades cíistianas es la base del conocimiento sobre la administración. No hemos aprendido a dominar la irresponsabilidad que nos legó Adán, y hemos malinterpretado y administrado mal nuestro llamado a gobernar la Tierra. Para muchos de nosotros el cielo es el objetivo y la opresión es nuestro modo de pensar. Como los hebreos en la antigüedad, marchamos en círculo sin ver la nueva vida en la Tierra. Mientras tanto podremos hablar en lenguas, pero no sabemos hablar con el banquero. Podemos saltar y danzar «en el Espíritu», pero no sabemos manejar nuestras propias vidas. Hay cristianos supuestamente exitosos que tienen título y posición en grandes compañías, pero no pueden manejar a su propia familia. Ganan mucho dinero al año, pero siguen dando vueltas en el desierto cuando se trata de amar a sus  esposas. Han aprendido a ganar y administrar el dinero, pero no saben manejar sus hogares. El Salmo 127:1 dice: Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican. Es necesario que aprendamos a ver la administración como la designa Dios: para plenitud de cada uno de nosotros.

En el relato de Génesis, Dios el Creador puso al hombre en el Jardín y dijo: «Eres libre». Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás. (Gn 2:16-17). Dios declaró que el hombre era libre y le dio trabajo. La libertad es algo básico en la voluntad de Dios para el hombre. Adán era libre de producir, duplicar, multiplicar y fructificar todo lo que Dios le había dado para hacer, pero no era libre de violar la ley de Dios. Dios puso sólo un elemento en el Jardín para mantener la obediencia del hombre: el árbol del conocimiento del bien y del mal. Imagine los millones de árboles que Dios había creado y, sin embargo, puso un cartel de «No pasar», frente a uno sólo. Esto era necesario para poder activar la voluntad del hombre por medio del poder de elección.

Basado en el libro En busca de la libertad, Myles Munroe

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